Se infiltra en hogares de multimillonarios y revela cómo es vivir la ‘explotación dorada’: “Se crea una especie de deuda”
Alizée Delpierre se infiltró como empleada en hogares de la élite para investigar un sistema tan lujoso como desigual.
¿Qué pasa cuando se cierran las puertas de las mansiones más exclusivas? Esa fue la pregunta que impulsó a la socióloga sa Alizée Delpierre a pasar varios años investigando el trabajo doméstico en casas de las grandes fortunas. Lo hizo no solo desde entrevistas, sino también trabajando como niñera y ayudante en entornos domésticos de la élite parisina.
Su trabajo dio origen al libro Servir les riches (Servir a los ricos), un análisis en profundidad del sistema laboral y humano que sostiene el confort de las clases más privilegiadas, con implicaciones directas en cuestiones como la inmigración, la desigualdad y el poder.
Delpierre acuña el término ‘explotación dorada’ para describir el fenómeno contradictorio de empleados bien pagados, con a bienes y entornos exclusivos, pero atrapados en una relación laboral sin horarios definidos ni independencia real. “Vi como los empleadores me pedían que trabajara mucho más de lo pactado. Las niñeras, por ejemplo, apenas duermen”, explica.
Aunque algunos sueldos pueden alcanzar los 12.000 euros mensuales y muchos empleados sienten que deben “devolver” esos privilegios con una entrega absoluta. “Se crea una especie de deuda. Los empleados sienten que necesitan trabajar para compensar todo lo que han recibido”, dice Delpierre. El resultado es una forma de dependencia emocional y laboral camuflada bajo regalos de lujo y buenas condiciones materiales.
Como parte de la familia, pero subordinados
Uno de los elementos más complejos que Delpierre identifica, es la aparente intimidad que se establece entre empleadores y empleados. Quienes cuidan a niños o conviven en el hogar pueden llegar a desarrollar vínculos afectivos reales.
“No es solo retórica. Los patrones dicen que los empleados son ‘como de la familia’, y lo creen. Pero eso también les permite pedir más”, comenta. Este vínculo ambivalente es, según la socióloga, el que permite que las relaciones laborales se salten normas básicas de respeto o descanso, porque el entorno del hogar diluye los límites profesionales.
Este vínculo ambivalente es, según la socióloga, el que permite que las relaciones laborales se salten normas básicas de respeto o descanso, porque el entorno del hogar diluye los límites profesionales.
Jerarquías dentro del personal
Además de las relaciones con los empleados, Delpierre también estudió las dinámicas entre los propios trabajadores. Según relata, existen jerarquías marcadas, competencias y favoritismos. No es raro que los empleados más antiguos supervisen a los nuevos, o que exista presión constante por demostrar obediencia y eficacia para asegurar el puesto.
En las casas más grandes, el control es también espacial. Hay zonas prohibidas, s separados, normas no escritas que refuerzan la desigualdad, incluso cuando la apariencia es amable.
Delpierre señala que el género y el origen étnico siguen siendo factores clave en la selección del personal doméstico. Mujeres negras son vistas como ideales para cuidar niños por prejuicios heredados del colonialismo, mientras que los mayordomos suelen ser hombres blancos europeos.
“Es un mercado sin currículum ni diplomas. Se elige a las personas por estereotipos esenciales: las mujeres cuidan, los hombres conducen, y el color de piel influye”, denuncia.
Este sistema refuerza una estructura desigual, donde muchas trabajadoras inmigrantes, a menudo latinas, africanas o del sudeste asiático, enfrentan barreras invisibles pero poderosas.
El libro concluye con una reflexión que va más allá de las mansiones. Para Delpierre, el debate sobre quién hace el trabajo del hogar no concierne solo a los ricos, sino a toda la sociedad. “Millones de mujeres en todo el mundo sostiene estos trabajos. ¿Qué dice eso sobre cómo distribuimos el cuidado y las tareas más básicas?”, plantea la autora.
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