Un fenómeno revolucionario contra el machismo
‘Aliadas’, de la periodista Txell Feixas, narra cómo el baloncesto ha salvado la vida de muchas niñas del campo de refugiados de Shatila en el Líbano.


En junio de 2022, un equipo formado por jóvenes palestinas, libanesas y sirias, el Palestine Youth Club, se enfrentó en un amistoso con la cantera femenina del Movistar Estudiantes en el Movistar Academy Magariños, el mítico Magata. El resultado, 68-33, indiferente. Solo un marcador que ponía fin a una parte de la historia del proyecto creado en 2012 por un padre, el palestino Majdi Majzoub, para salvar a su hija Razan del matrimonio infantil, principalmente. Pero también de los peligros de un embarazo a una edad muy temprana. Y de las drogas y de la vida oculta entre cuatro paredes dentro del campo de refugiados de Shatila, “uno de los lugares más duros del mundo donde sobrevivir, una cárcel a cielo abierto”, en palabras de Txell Feixas.
La periodista (Mediona, Barcelona, 1979) atiende a AS tras la publicación de Aliadas, las niñas de Shatila desafían las reglas del juego, donde narra esta iniciativa revolucionaria y feminista en una miniciudad de poco más de un kilómetro cuadrado encajada dentro de una gran urbe como es Beirut (Líbano) y creada en 1949 para los refugiados palestinos expulsados de sus tierras por el ejército israelí. La población de 8.645 personas registradas, según la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestinos; otras fuentes no oficiales hablan de 14.000, incluso hasta 30.000), vive sin agua potable, es salada. La luz es casi inexistente: por el día porque la construcción en vertical de las moles de cemento frena los rayos del sol; por la noche, por la falta de suministro eléctrico.
Un pequeño terreno de tierra donde aún se recuerda el genocidio de 1982 llevado a cabo por la Falange Libanesa con el apoyo de tropas israelíes. Más de 3.000 personas murieron, según la Cruz Roja, en una Shatila donde, a pesar de todo, “hay luz” y se abren paso historias tan maravillosas como las de Majdi y su equipo de baloncesto, donde las niñas “aprenden a ser niñas, a soñar con las mujeres en las que quieren convertirse”. “Porque damos por hecho aquí, que una chica de seis, siete, diez años sabe por naturaleza lo que es jugar o botar una pelota, pero allí no lo era”. Pero hay más.
Espacio de libertad

“Descubrí cómo las niñas combatían el machismo y el conservadurismo de este sitio jugando al baloncesto”, continúa Feixas, con una amplia experiencia cubriendo Oriente Próximo desde Beirut para la televisión pública catalana. “Descubrí como una cancha se convertía en un espacio de libertad y de seguridad. Vi como un padre, en una acción de amor y protección hacia su hija, convertía este deporte en un fenómeno revolucionario en un sitio como Shatila”.
La creación del equipo no fue fácil. La lucha de Majdi para evitar el matrimonio infantil (legal en el Líbano y que se da a partir de los 10, 11 años) no era solo por su hija, sino también por sus amigas y todas las niñas que siguieron, palestinas, libanesas y sirias. Y contra un sistema machista que no entendía esa locura de ver a sus pequeñas corriendo con un balón. Iba contra lo establecido. Contra la moral y las tradiciones. Pero dio igual: no había dique que pudiera parar una “mancha de aceite que empezó con unas niñas y continuó por sus familias, vecinos y comunidad”.

“Muchos de los padres, que cuando Majdi creó este experimento hace más de 10 años prohibían a sus hijas entrenar, las encerraban en casa, las amenazaban o, incluso, las pegaban; ahora, las acompañan a los entrenos, las aplauden cuando anotan o se emocionan cuando van a coger un vuelo para jugar en un punto diferente del mundo”, subraya Feixas.
La periodista alaba al palestino por su capacidad de unir dos realidades como son Beirut y Shatila, por ser un agente del cambio al romper el estereotipo del hombre del mundo árabe, musulmán y palestino, pero, sobre todo, por vincular baloncesto y educación: “La condición que les pone es que, si no estudian, no pueden entrenar. Obliga a muchas pequeñas, que nunca habrían cogido un libro, a hacerlo. Y si hay pocas puertas de salida de Shatila, la formación es una de ellas, sin lugar a duda. Eso construye futuros”.
Velo

Algunas de las jóvenes que se midieron con el Estudiantes vestían el hiyab, el velo que cubre sus cabezas y que siempre ha sembrado el debate en Occidente. Tanto en el deporte como en el día a día. Un tema que no esquiva Feixas, que lo explica desde la calma y alejada del pensamiento tradicional europeo: “Ellas mismas te dicen ‘pregúntame por qué llevo el velo y no me juzgues’. En todo caso seré yo quien tenga que decidir qué hago con él”.
“Mujeres veladas defienden los derechos de sus compañeras cada día en un feminismo que es una cuestión de supervivencia porque lo ejercen cada día jugándose la vida. Las valentías más importantes son las heroicidades cotidianas. No nos toca a nosotros desde aquí decidir qué deben hacer en sus propias comunidades, sino que deben ser ellas las que tienen que debatirlo”, cierra Feixas.
Ya han pasado casi tres años de aquel imborrable partido y la periodista aún recuerda lo que sintió aquel día: “Mucha emoción. Creo que todos se emocionaron muchísimo porque al final es ver cómo ese lenguaje, el del deporte, las unían con una fuerza y un magnetismo increíble”. En el futuro, ¿revancha en Palestina? “Me encantaría que pudiera ser así, pero tristemente vemos un Netanyahu (primer ministro israelí) que quiere y necesita una guerra. No veo manera de parar esto (la guerra, el genocidio) a no ser que la comunidad internacional hiciera lo que tiene que hacer y no está haciendo”, señala. “Pero en todo caso, ellas no dejan de soñar”. Como lo hacían antes con un baloncesto que las ha protegido y les ha dado voz para enfrentarse a un mundo que trataba de ignorarlas por el simple hecho de ser niñas, mujeres. No lo consiguió y aquí siguen soñando.
Un libro por Razan

Aliadas es la historia de muchas mujeres valientes, pero Feixas se lo dedica especialmente a Razan, la hija de Majdi: “Es la heroína principal. Cae en muchos de los peligros de los que trata de apartarle su padre, pero haciéndose a sí misma. Ahora es una mujer hecha, muy empoderada y consciente de las dificultades de convertirse en mujer siendo niña en el campo”.
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