“Tenéis una hora... o Michael Jordan se marchará a jugar a los Knicks”
El verano de 1996 pudo cambiar la historia de la NBA para siempre. Uno de los protagonistas fue David Falk, uno de los agentes más poderosos de siempre en la liga.


David Falk, que ahora tiene 75 años, fue uno de los personajes más importantes, casi siempre entre bastidores pero con una influencia conocida por todos los actores de la liga, de la NBA de los años 90. Los del boom. El Michael Jordan de los agentes… entre otras cosas, porque era el agente de Michael Jordan. Pero también porque creció en Nueva York, en el seno de una familia de clase media en Long Island, obsesionado con el deporte, pero con asterisco: sus amigos soñaban con jugar en los Knicks, él con representar a jugadores de los Knicks. En años en los que apenas existía la figura del agente, y en los que la mayoría de los deportistas ni necesitaban uno, él tuvo siempre esa meta entre ceja y ceja.
Para eso estudió económicas en laUniversidad de Syracuse y derecho en la George Washington, desde donde, todavía en su último año, consiguió un puesto de becario (no remunerado, claro) en la agencia del extenista Donald Dell, ProServ. Su encargo era ampliar espectro (la base de operaciones estaba, lógicamente, centrada en el tenis), captar estrellas del baloncesto. Lo hizo. Se llevó a dos números 1 del draft, John Lucas (draft de 1976) y Mark Aguirre (1981). Para el de 1982, James Worthy, consiguió un acuerdo, por las zapatillas (un mercado todavía incipiente) de más de un millón: ocho años, 150.000 dólares por cada uno ellos. En esa negociación estrechó lazos con el entorno de North Carolina y con Nike, y así fichó a Michael Jordan en 1984. El resto, claro, es historia. Del deporte y del marketing. “Entonces, el simple concepto de que un deportista, de forma individual, pudiera convertirse en una marca en sí mismo era impensable”, dijo después. Él sí lo vio, y también tuvo claro siempre dónde andaba metido: “Si quieres que la gente te aprecie, no te metas en el mundo de los negocios del deporte”.
Un tipo clave en la historia de la NBA
Él no quería que nadie la apreciara. Solo que sus clientes ganaran mucha pasta… y por lo tanto él también, claro. Fue el personaje ideal en el momento adecuado, el de las marcas que empezaban a vislumbrar los beneficios de los patrocinios importantes de verdad, a todo trapo; Cuando la NBA saltaba al hiperespacio de la mano de Michael Jordan, que convirtió en una autopista de muchos carriles el camino que habían desbrozado y asfaltado Magic Johnson Y Larry Bird en los ochenta. Falk fue el súper agente cuando el dinero empezó a llegar de verdad a la liga, cuando casi todas las estrellas ya eran súper estrellas.
Su papel en el fichaje de Jordan por Nike es muy conocido (película incluida). ProServ consiguió que el rookie de los Bulls se llevará 500.000 dólares al año, un nuevo mundo en 1984, y ese pellizco de royalties que acabó siendo la puerta hacia una fortuna. Él propio Falk reconoció, años después, que aquello salió bien como podía haber salido mal. O no tan bien: “Ese acuerdo fue el mejor y el peor que cerré. Nadie se podía imaginar entonces que un rookie de un equipo de baloncesto pudiera empezar a generar más de 100 millones al año solo en ventas de sus zapatillas”. Él tuvo también la idea de Air Jordan, que a Michael le provocó una carcajada de primeras aunque acabó aceptando tras el rechazo inicial (otra vez, el resto es historia). Y él se echó a temblar cuando una fractura en el pie izquierdo redujo la segunda temporada de Jordan en la NBA a dieciocho míseros partidos. El negocio, sin embargo, no aflojó. La semilla había arraigado.
Falk se llevaba el 4% (lo máximo que permitía entonces el convenio colectivo) de los contratos deportivos de sus representados. Para Jordan, con los Bulls, sacó 94 millones. Otros casos sonados: para Patrick Ewing 118,2, Danny Ferry 44,2, Alonzo Mourning 147,4, James Worthy 11,8, Dikembe Mutombo 143,6 y Juwan Howard 151,4... y el primer contrato de 100 millones de la historia de la NBA. En 1996 también rascó (más sobre eso después) el primero de 30 en un año, para Jordan; y en total, cuenta su leyenda personal, 335 millones en seis días (Jordan, Mourning, Howard, Mutombo, Kenny Atkinson y Lee Mayberry). Así amasó poder en una NBA de la que decía que le gustaba que fuera un entorno en realidad pequeño: “Siempre acabas negociando con la misma gente”. Acumuló poder y fue considerado el presidente de facto del sindicato de jugadores porque llevó a tener a 40 en nómina, incluido Jordan y otras grandes estrellas. Y abrió sendas en la prehistoria del empoderamiento de jugadores: vetos, presiones, enredos…
Él, por ejemplo, consiguió que Patrick Ewing acabara en los Supersonics y llevó a Stephon Marbury de los Wolves a los Nets a base de asegurar en Minessota, hoy una táctica repetida hasta el hastío, que no pensaba renovar cuando se convirtiera en agente libre. Además, por el camino, se permitió vetar una opción de traspaso porque Kerry Kittles no quería ir a los Wolves en el intercambio. Su único objetivo era maximizar las ganancias de sus jugadores, y de hecho se mostró después muy crítico con los techos salariales y la aparición de los contratos máximos. Para él, los mejores deberían poder exigir a los equipos tanto como quisieran: “Se distorsiona totalmente el reparto salarial con las normas actuales. Jugadores como LeBron James, Stephen Curry, Luka Doncic, Nikola Jokic… deberían estar ya por encima de los 100 millones al año. Pero su propio sindicato ha puesto una restricción artificial en lo que pueden ingresar. Por ahí deja de entrar un dinero que va a jugadores que son muy buenos pero no súper estrellas y que están llevándose 50 millones en vez de 10”.
Paradójicamente, muchos creen que su forma de actuar influyó de forma drástica, con los propietarios mosqueados, en los lockout de los años 90. El más sonado, el de 1999, precisamente el que sentó las bases del control de salarios y los topes según escalas. Antes, en 1992, Falk había montado su propia agencia, FAME (Falk Associates Management Enterprises), que luego vendió, en 1998, a SFX por 100 millones y el permiso para quedarse como jefe. Su fortuna personal supera los 50 millones de dólares, y su gran pena siempre fue que en sus inicios no pudo fichar a Magic Johnson y Larry Bird. De hecho, Jordan siempre creyó que Magic tardó en hacer migas con él porque estaba resentido por el descomunal éxito extradeportivo del nuevo: “Magic Johnson debería haber sido Michael Jordan antes de Michael Jordan. Había ganado títulos, tenía esa sonrisa… todo lo que había que tener para ser una figura muy vendible”.
Una relación llena de anécdotas
Dos personajes tan particulares como Falk y Michael Jordan dejaron, en su larga relación profesional y personal, infinidad de anécdotas. El exjugador contó en una entrevista en 2005 que a veces tenía que parar los pies a su agente con métodos… muy suyos: “Habíamos quedado para cenar, y casi no me estaba dejando hablar. La cuenta de la cena la iba a pagar su empresa, y él miraba mucho el precio de todo lo que pedía. Vino, comida, todo. Pero esa noche, en plena discusión, pedí el vino más caro y le dije a Falk ’y ahora, cada vez me interrumpas voy a pedir otra botella‘. Cuando empecé a pedir esos 61s, se calló en seguida y la conversación ya fue de otra manera”. Pero también reconoció que sin él no habría sido, seguramente, todo lo que acabó siendo: “Cuando me convertí en profesional, no sabía nada del mundo de los negocios que rodeaban al baloncesto. Solo me concentraba en jugar. Todo lo hacían David Falk y Donald Dell”.
A Falk, por su parte, también le gustaba dejar claro que Jordan hacía las cosas a su manera, y la única forma de trabajar con él pasaba por respetar eso: “Le conseguí un acuerdo por el que se iba a llevar 100 millones. Y todo lo que tenía que hacer, además de ceder su nombre y su imagen, era ir a un evento de dos horas para anunciar el acuerdo con esa marca. Pero eso no le gustó y lo rechazó. Ha tenido tanto éxito que tengo que dejar que haga las cosas que quiera y rechace las que no. Eso es algo que iro de él de verdad. Es muy selectivo a la hora de elegir con qué se involucra”.
El primer contrato de Jordan con los Bulls, en 1984, fue de siete años y 6,3 millones de dólares. Como Falk se olió que se iba a quedar anticuado rápido, intentó liar a la franquicia con una idea revolucionaria: un bonus por subir el porcentaje de asistencia a los partidos del equipo en Chicago. El propio Jordan contó que se toparon con la negativa, tajante, del que todavía era propietario antes de la llegada de los Reinsdorf, Jonathan Kovler: “Ganaba unos 850.000 dólares al año sin prima por firmar ni nada. Así que intentamos meter en ese primer contrato una cláusula de asistencia. Por entonces, los Bulls no promediaban más de 6.000 aficionados por noche en su pabellón, así que vimos ahí la oportunidad. El propietario era todavía Jonathan Kovler. Y David Falk se lo pidió, pero Kovler dijo que no, que si me había elegido con el número 3 del draft lo mínimo era que viniera más gente a verme jugar”.
En 2023 ganaba esos mismo 6 millones cada 8,6 días... solo de lo que percibía de Nike. Un contraste obvio con aquel primer contrato que, sin embargo y pese a que siempre se dijo lo contrario, no lo supuso ninguna desazón: “No, no es que no fuera feliz porque en esa época no me movía por dinero. Ni me preocupaba. Cuando firmé, pensé que tenía que ganarme ese sueldo. Y era el más alto de un rookie entonces”. Otra situación totalmente distinta fue, claro, la de 1996, cuando tuvo que negociar con los Bulls después de muchos años con salarios muy por debajo de su verdadero valor. Sentía que era el momento de los ceros en el cheque y del respeto que eso implicaba. El verano fue duro, al borde del divorcio, pero acabó firmando por una temporada y 30,1 millones. Entonces no aceptó bien que se diera por hecho que tenía que ceder solo porque ganaba muchísimo dinero fuera de las pistas: “Durante años todo el mundo veía que cobraba menos de lo que tenía que cobrar, pero que era leal a la palabra que había dado. Ahora, con la posición en la que estoy, ¿por qué no voy a poder reclamar lo que creo que es justo? Hay gente que me responde hablando de lo que gano fuera de las pistas, pero eso sí que no es justo, no tiene que haber una correlación”. Falk le dio la razón: “Es como si tú no pudieras cobrar lo que mereces porque tu mujer ya gana muchísimo dinero”.
La alargado sombra de los Knicks
La intrahistoria de aquel tensísimo verano de 1996 pudo cambiar para siempre la historia de la NBA. Jordan había dejado atrás lo que primero fue un contrato rompedor y finalmente otra ganga. Efectivo a partir del curso 1988-89, los Bulls le dieron un nuevo acuerdo de ocho años y 25 millones de dólares. Paradójicamente, la bonanza que el propio Jordan llevó a la NBA dejó ese contrato en prácticamente una broma a medida que avanzaba la década de los 90. Jerry Reinsdorf, ya propietario de los Bulls, había cambiado un contrato en vigor por primera vez con Jordan y no quería hacerlo una segunda vez. Y eso no gustó al 23, que llegó a ese verano sin haber ganado nunca más de 4 millones en una temporada (de contrato con los Bulls). Sí había percibido casi 8 durante las casi dos campañas que estuvo ausente en su primera retirada, entre los dos threepeat.
Jordan solo ganó en contratos deportivos unos 94 millones... y más de 60 los acumuló entre 1996 y 1998, sus dos últimos años con los Bulls: 30,1 y 33,1. Así se llevó los dos últimos de sus seis anillos, los seis que ha ganado en su historia una franquicia que en aquel verano de 1996 pensó en ofrecer a su gran estrella una cifra cercana a los 20 millones. Creía que nadie llegaría a 15 siquiera y que con eso se asegurarían su continuidad y compensarían un poco esos años de salarios muy por debajo de mercado. A Jordan no le gustó que los Bulls pensaran en esos términos y no barajaba nada que no estuviera por encima de los 18 millones que acababa de cobrar Patrick Ewing, el tope histórico en una sola temporada NBA por entonces.
En ese escenario llegó el movimiento sorpresa de los Knicks: con 12 millones de margen salarial (los acabaron usando en Allan Houston, Chris Childs y Buck Williams), fueron a por Jordan con una oferta de más de 25 por esa temporada 1996-97. Su jugada era aprovechar el conglomerado empresarial de ITT, una de las firmas que era dueña de la franquicia y del Madison Square Garden. ITT tenía la cadena de hoteles Sheraton, así que los Knicks pensaban sortear el salary cap con 12 millones de contrato y otros 15 ó 16 a través de un acuerdo que convertiría a Jordan en el rostro de Sheraton. Los Bulls, cuando se enteraron, pusieron el grito en el cielo y se enzarzaron con el comisionado David Stern.
Pero la oferta existía, los Bulls sabían que podía concretarse y Jordan había sugerido que al lado de Patrick Ewing no tendría problema en ser campeón. Así que acabaron poniendo sobre la mesa los 30,1 millones de dólares que cobró el escolta por la temporada 1996-97. Antes, lo contó Sam Smith en el Chicago Tribune, David Falk llamó a los Bulls y les dijo que tenían “una hora o como mucho ese día natural” para evitar que Jordan hiciera las maletas y se fuera a la Gran Manzana. Absolutamente conscientes de que no podían consentir algo así, se vaciaron los bolsillos. Si fue una medida de presión o era una opción real solo lo saben, una vez más, David Falk y Michael Jordan.
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