ATLÉTICO

¿Quién es Margarita y por qué hay un ramo de flores en una esquina del Metropolitano? El motivo por el que el Atlético lo tiene en su estadio

Todo parte de una liturgia que comenzó en el doblete, el 28 de enero de 1996, con Milinko Pantic como protagonista...

Ramo de flores depositado por Margarita en el Metropolitano.
JUAN AGUADO | DIARIO AS
Patricia Cazón
Patricia Cazón Trapote nació en Zotes del Páramo, León, en 1980. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y Master de El País trabajó en El Diario de León y El País Semanal antes de llegar a AS en 2004. Cronista del Atlético desde 2016, es autora de cuatro libros y tertuliana en El Golazo de Gol y Estudio Estadio.
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Lo que le pasó a Frimpong cuando el Leverkusen jugó el 21 de enero de 2025 con la Champions en el Metropolitano es que no sabía quién es Margarita y lo que significa su ramo. Y, claro, fue a sacar un córner y le pegó una patada a las flores, para alejarlas. Claro, el campo del Atlético cayó como una guillotina sobre él. Sentenciándolo. Silbándole. Acababa de cometer un sacrilegio. Al día siguiente, por cierto, el futbolista, al conocer la historia, pidió perdón por lo que había hecho. Patear un símbolo.

Porque lo que Margarita comenzó un 28 de enero de 1996, en la temporada del doblete, ya es uno de esos iconos que hicieron del Vicente Calderón un campo único en el mundo, algo que, cuando aquel cerró para siempre, en la 2016-17, se trasladó al Metropolitano. ¿Y qué fue lo que pasó aquel día de hace casi treinta años? Pues que Margarita Luengo, una mujer nacida en Badajoz en 1947, aunque afincada en Talavera de la reina, lanzó unos claveles en el córner del Fondo Sur del estadio. Eran cuatro y los traía ya de casa como un homenaje a su jugador favorito: Milinko Pantic. “No tirábamos un saque de esquina bien hasta que él llegó”, suele decir a menudo. Aquel día el Atlético jugó contra el Athletic y marcó cuatro goles y Margarita tiró al campo en cada uno de ellos. Con Kiko, Pantic, Penev y Biagini. Aquel día Margarita se hizo una promesa: seguiría llevando flores en cada partido en su estadio. Pronto las cuatro ya eran un ramo, doce claves blancos y doce rojos. “Hasta el día en que me muera”, eso también suele decirlo Margarita en cada entrevista. Al principio, de hecho, Pantic las cogía y las repartía entre el público hasta que un día en el ramo encontró una notita. “No se las des al público que estas flores son para ti”. La firmaba Margarita.

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Hay jugadores, como Roberto Carlos, que también, como Frimpong, no respetaron el ramo y le dieron una patada al lanzar un córner, mientras toda la furia del Metropolitano, envuelta en silbidos, cayó sobre él. Otros, como Nolito, todo lo contrario: en un partido lo cogió y lo besó, como merece. Porque el ramo de Margarita es como el escudo a la salida de los vestuarios: si aquel no se pisa, éste no se toca. Una tradición que, lo escrito, continuó cuando el Atlético se mudó. De la M-30 a la M-40, del Manzanares a San Blas. Del Calderón al Metropolitano. Mientras todos se iban haciendo al nuevo estadio había algo que seguía siendo como siempre. El ramo de Margarita. Para sentirse como en casa.

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