Álvarez del Villar: “Mbappé, con el físico de Cristiano, sería aún más estrella”
Fue un pionero en la preparación física en España y el secreto del Rayo ‘Matagigantes’ (1977-78). Eso le abrió las puertas de la Selección del 12-1 a Malta. ‘El Profe’ sigue incombustible...

La obra maestra de Carlos Álvarez del Villar (Madrid, 6 de octubre de 1931) fue el Rayo Matagigantes. El ejemplo de que la teoría de su libro, La preparación física del fútbol basada en el atletismo (Gymnos, 1985), funcionaba. No hubo grande capaz de asaltar Vallecas. Su hogar esconde muchos tesoros de la Franja, de la Selección, del atletismo, de su Asturias... y rincones en los que seguir haciendo ejercicio. Ese es el secreto de su eterna juventud porque El Profe sigue en plena forma.
—¿Cómo llega al fútbol?
—De la mano de Héctor Núñez. Ambos éramos profesores en la Escuela de Entrenadores. Él daba táctica cuando estaba en el Valencia y me dijo: ‘Si un día voy a Madrid, te vienes conmigo’. Yo encantado. Así pasaba toda la teoría del atletismo de mi libro a la práctica.
—Pero usted empezó estudiando Derecho.
—¡Sí, por vocación paterna! Antiguamente había que estudiar lo mismo que los padres. A partir de tercero, estaba todo el día en la pista de atletismo. No iba a clase, ni a nada y tardé dos años más en sacarme la carrera. Después, hice los cursos de entrenadores y me pusieron muchas pegas cuando entré en INEF porque tenían miedo de que al ser más mayor les creara problemas. José María Cagigal no quería gente resabiada.
—¿Fue de la primera generación de INEF?
—Sí. En 1967 fue el primer curso y me matriculé. Todos eran internos menos yo, que ya estaba casado. El resto de alumnos tenían 18 años y solo había dos o tres más mayores, uno de ellos de la Legión sa.
—¿Cómo recuerda la llamada de Núñez para irse al Rayo (1974-75)?
—Estuve muy a gusto con él. Para que un preparador físico funcione es fundamental que el entrenador tenga fe en él.
—¿Cuándo llega al Rayo existía la figura de preparador físico en otros equipos?
—No. Al Atleti, por ejemplo, lo entrenaba José Villalonga, que era militar. Y los militares salían de la Academia de Toledo como profesores de Educación Física. Se podía decir que Villalonga era preparador físico, pero por encima de todo era entrenador. De hecho, fue el primer profesor de fútbol en INEF. Él me dirigió la tesina y el libro.
“El Madrid quiso ficharme dos veces, con De Carlos y con Ramón Mendoza”
Su carrera
—¿A los jugadores les chocó su figura?
—Sí. De hecho, la importancia que le daban era nula, pero Héctor sí lo quería. En América (Argentina, Brasil, Uruguay…) había más preparadores físicos. El futbolista corre, salta, lanza… Había gestos y movimientos en el libro que son iguales que los que hace el jugador. Lo que necesita es resistencia, fuerza y velocidad, como cualquier atleta. ¿Por qué no se va a poder aplicar el sistema que se usaba en el atletismo? Es lo mismo. Hacía los multisaltos con ellos y mucha carrera continua porque la base de todo es la resistencia. Cuando tienes que sacar fuerzas de donde no las hay es cuando llegan las lesiones, el derrumbe, el apagón… El ‘Nos faltó fuelle’ está relacionado con la preparación física.
—Se sacaba ejercicios de todos lados.
—Cualquier cosa que se me ocurría la hacía. Veía una pared, pues hacíamos flexibilidad y piernas arriba. Había una barandilla, ideal para los saltos. Hasta los árboles que había tirados por la Casa de Campo.
—¿Qué importancia tuvo su preparación física en los éxitos del Rayo?
—Mucha y se notó, sobre todo, a partir del tercer año. Al principio no estaban adaptados, pero luego ya hasta hacían carreras ellos para ver quién llegaba primero al autobús (risas). Y eso después de haber estado corriendo hora y media. Se notaba muchísimo en los partidos, como le pasa ahora al Atlético del Cholo, que levanta la cabeza a partir del 70′. Era lo que hacíamos nosotros, sacudirle al contrario cuando se le veía apagado, porque cuando estaba fresco nos resultaba imposible. Había que ser más veloz, más resistente y más fuerte que ellos.
—¿Esa fue la clave del Matagigantes (1977-78), que ganó a Real Madrid, Atlético, Barça…?
—La manera de correr de aquel equipo no era normal. Ni la presión que hacía. Si Anero no bajaba 20 ó 30 veces no bajaba ninguna. Una manera de jugar es no dejar jugar al rival. Los mejores equipos, en lo técnico, suelen estar más bajos de condición física. Cuando tienen plantillas jóvenes, como la del Barça, no importa tanto, pero cuando van siendo maduritos, como pasaba en el Rayo, se notaba mucho la condición física
—¿Recuerda el 3-2 al Madrid?
—Se trataba de aguantar. Cuando el contrario no podía más, por nuestra presión, sacábamos algo bueno. En la segunda vuelta decían que estaban quemados, pero ocupábamos la mitad de tabla. No estaba mal con nuestro presupuesto.
“Me enfadé con Di Stéfano y Marcelino Gil le llamó a capítulo; era él o yo”
Su relación con Alfredo
—¡Decían que iban hasta dopados!
—Cualquier cosa, la gente es muy malintencionada. Eso era mentira, un bulo de esos que están tan de moda ahora...
—Con usted se empezó a cuidar hasta la alimentación.
—Sí, el doctor Ruano, que estuvo mucho tiempo con nosotros, hacía las cosas muy bien en ese sentido.
—¿Cómo recuerda aquellos entrenamientos en la Casa de Campo?
—Íbamos en autobús hasta el Club de Campo. Nos bajábamos y hacíamos el calentamiento previo. A partir de ahí, empezábamos a correr sin parar. Nos subíamos el Cerro Garabitas, con unas cuestas tremendas, y ahí Felines y Potele hacían sus trastadas. Llegando arriba, tiraban de la chaqueta a sus compañeros para que se pararan (risas).
—También se escondían para correr menos…
—Sí, pero hacía como con Botella, les decía al acabar: ‘Os faltan dos vueltas’. Y las daban. Cuando iba yo con ellos sabía si me faltaba alguna oveja, si se habían descarriado (risas).
—El que se ‘descarrió’ fue Alfredo Di Stéfano.
—Se pensaba que era como en sus tiempos e íbamos a correr diez o quince minutos, así que se vino con nosotros. Al rato nos preguntábamos: ‘¿Dónde está el míster?’. Se había perdido. Volvimos a la zona de salida, esperando… hasta que aparece en un jeep de la Policía Municipal. Venía al borde del infarto, con el calor que hacía, y decía: ‘La Puta Madre, me querés matar’ (risas).
—¿Cómo era su relación con él? Se decía que aquella 1975-76 hubo tensión entre el míster y usted.
—No era mala. Di Stéfano, como le pasa a todos los divos, era imperialista. Decía que no quería entrenar por la tarde porque no había ropa y nuestro utillero, Gallego, se enfadaba muchísimo con él. A él no le hacía gracia volver porque quería echar su partida de cartas. Se ponía muy reticente y un día me enfadé y me fui del entrenamiento. Me preguntó el presidente, Marcelino Gil, las razones y se las conté, así que llamó a capítulo a Di Stéfano. De hecho, era o él o yo.
—¿Con qué entrenador es con el que mejor ha trabajado?
—Con Héctor Núñez, con Felines y con Azkargorta. Con Felo éramos como hermanos y confiaba ciegamente en mí.
—¿Y con quién peor?
—Tal vez con Iriondo. ‘Vete a buscarlo, que los va a matar’, decía por mí (risas). No se murió ninguno. Y cuando íbamos a la Casa de Campo preguntaba dónde nos habíamos ido. Tenía que estar encima de todo. Cuando jugaba Anero, empezaba: ‘¿Pero dónde va ese?’. Yo le respondía: ‘Déjele que corra, si puede subir y bajar 40 veces. No tiene problema. Usted lo que tiene que hacer es enseñarle a centrar bien para que haga 40 pases buenos’.
—Usted tenía fama de duro. De muy duro…
—Cuando estaba en el Getafe subimos un día al Cerro de los Ángeles, porque yo siempre iba donde había árboles y naturaleza, y se vino el hijo del entrenador Luis Ángel Duque. A la vuelta, llegaba el pobre muerto de cansancio y le pregunta al padre: ‘¿Cuántos años dices que tiene este hijo de puta?’ (risas). Estuve corriendo hasta los 75 años en el Moscardó.
—Su trabajo con el Rayo Vallecano lo llevó a la Selección de Miguel Muñoz.
—Yo estaba en la cresta de la ola, con el libro recién publicado y todo lo del Rayo. Ramón Mendoza envió a un emisario de su confianza para ficharme. También su predecesor en la presidencia, Luis de Carlos, lo intentó, pero ahí no quiso Molowny porque decía que yo era conflictivo. Yo me peleaba con los entrenadores que no me dejaban hacer mi trabajo. El Real Madrid intentó ficharme dos veces, pero no se hizo público. Yo no me callaba con nadie. Era muy contestatario desde pequeño, desde que tenía cinco años.
—¿A qué jugador le gustó más preparar?
—Anero, Luna, Francisco, Nieto, Capón, Guzmán, Cota, Míchel… Había muchos en el Rayo. Eran jugadores a los que les volvían locos la condición física, que es muy agradecida.
—¿No se quejaban?
—No, ni siquiera los de la Selección. De hecho, el presidente de la UEFA, Jacques Georges, me felicitó por la preparación física del campeonato de Europa de Francia-84 con España.
—¿Y cómo ha evolucionado la preparación física?
—Todos tienen ya preparador físico y se concibe como una necesidad, pero se hace de forma incompleta todavía. Me disgusta ver cómo hacen los ejercicios, que tienen su técnica, igual que el balón. Cristiano Ronaldo es una estrella haciendo bien los ejercicios y, por eso, funciona como funciona. Si Mbappé tuviera la condición física de Cristiano sería todavía más estrella de lo que es. A esos grandes jugadores los entrenadores les hacen un gran daño al decirles, cuando son jóvenes, que corra el que no sabe. Se creen que eso no es jugar y luego tienen que sacrificarse los demás para ellos.
“Los técnicos hacen daño a los jóvenes al decirles: que corra el que no sabe”
Preparación física
—Hábleme de Mbappé…
—Es muy veloz, pero la resistencia es la que le falla y es muy fácil de adquirir. Es correr un extra cada día, como hace Cristiano. Hace cosas en casa, incluso de vacaciones. Un deportista no puede estar parado más de tres días.
—¿Y qué opina de Vinicius?
—Tiene mucho fuelle y velocidad. El arranque, la frenada y el cambio de dirección exigen fuerza explosiva. Por eso, Cristiano lo hace tan bien.
—¿Qué equipo de los actuales es el que más le gusta en lo físico?
—Me gustan mucho los equipos de Pep Guardiola. Tenían muy buen preparador físico, Paco Seirul·lo. Jugaban muy bien y además repartían el esfuerzo, porque movían mucho el balón. Es una lástima que ahora le haya salido todo mal en el Manchester City. Soy un forofo tremendo de Guardiola.
—Muchos encontraron semejanzas entre el Rayo de Iraola y el Matagigantes…
—Efectivamente. Sin que se enfaden los míos, me parece que Iraola tenía mejores jugadores. Mejor equipo. En el nuestro, había estrellas y luego los demás eran normales y, gracias a la condición física, cubrían lo que les faltaba en el aspecto técnico. Si eres mal técnico y mal físico, que Dios te ampare (risas).
—A Real Madrid y Rayo les están asolando las lesiones… ¿Qué está pasando?
—Los descansos son demasiado largos y no hacen pretemporada. La musculatura no está preparada y aparecen las lesiones. Debe trabajarse la resistencia general orgánica y muscular. Sobre ella se construye la fuerza y la velocidad.
“Yo nunca me he olvidado del Rayo, pero él sí se ha olvidado de mí...”
Historia
—Ahora se tiene más en cuenta ahora el balón.
—Eso es por la falta de tiempo. Yo hacía una hora mínimo de preparación física y luego venía la hora y media o dos horas de partido. Estábamos casi cuatro horas entrenando. Si ahora es hora y media para todo, no se entrena lo suficiente. Los futbolistas se quejan de que juegan demasiado, pero precisamente por eso tienen que entrenar más.
—Ha vivido muchos ascensos: Rayo, Racing, Getafe, Moscardó… ¿Cómo los recuerda?
—Cuando marcaban gol o pasaba algo y yo seguía sentado en el banquillo, Héctor Núñez me decía: ‘Sos un muerto’ (risas). Y con la Selección me pasaba igual. En el famoso 12-1 a Malta estaban todos como locos y yo sentado sin moverme. Luego, canté una jota en el hotel (risas). Cuando más contento estaba es cuando la gente entrenaba bien. En Sotogrande (Cádiz), íbamos todos corriendo con la canción de la película Sargento York y Miguel Muñoz se quedaba asustado de que los jugadores respondieran de esa manera. Ellos me defendían, sobre todo Arconada. Me gustaban mucho él, Víctor y Señor.
—Le apreciaban, pese a ser tan estricto…
—A las 08:00 horas, había escarcha en el suelo y el primero que se tiraba era yo con mi chándal. Cuando veía a alguno de paisano lo mandaba a su casa y al que no lo hacía le montaba el pollo. Yo siempre iba por delante, que tenía más edad. Conmigo salieron huyendo un par, uno de ellos Marquitos, cuando estábamos en el Racing de Santander.
—Le compusieron una sevillana que habla del Rayito…
—Yo no me he olvidado del Rayito, pero el Rayito sí se ha olvidado de mí... Tengo muchos recuerdos de entonces. Allí fui muy feliz.
—¿A Laurie Cunningham también lo tuvo usted?
—Era una estrella y una magnífica persona. El Madrid lo trató muy mal y lo entrenaron muy mal. Era un profesional. A él lo dejaba en el gimnasio de INEF con las pesas y yo me iba a clase. Él se quedaba solo haciéndolo. La lástima es que no le hicieron caso suficiente y que falleciera de esa manera tan trágica. También tuve a otras estrellas como Palín González, Morena… Morena me fue a despedir al aeropuerto cuando estuve en Uruguay.
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