Una estatua para honrar el orgullo negro de Augusta
La pieza, inaugurada este año en el barrio de Sand Hills, recuerda una parte del pasado que el Augusta National trata de enmendar desde hace tiempo.


A menudo las grandes historias esconden pasajes truculentos, y la del Augusta National no es una excepción. El tiempo avanza despacio en un lugar consagrado a la tradición, extremadamente celoso de sus costumbres, que no reniega del progreso social, pero se adapta a él a su propio ritmo. Las primeras mujeres socias, la exsecretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice y la inversora Darla Moore, no llegaron hasta 2012. Y no se invitó a ningún golfista negro a disputar el torneo hasta 1975, cuando Lee Elder rompió ese techo de cristal. Por entonces, paradójicamente, aún permanecía en vigor una política instaurada con una frase categórica de Clifford Roberts, cofundador de la institución junto a Bobby Jones y presidente de la misma entre 1931 y 1976: “Mientras yo viva, todos los jugadores del Masters serán blancos y todos los caddies, negros”.
¿Eran esencialmente racistas Clifford Roberts en particular o el Augusta National en general? Más bien podría decirse que eran un reflejo más de una sociedad norteamericana que no aceptó a los afroamericanos como iguales ante la ley hasta bien entrada la década de los 60 del siglo pasado (la PGA de América, mismamente, no toleró de color hasta 1961). Como en todo, esos cambios tardaron algo más en permear en Augusta, que hasta 1983 no abolió la obligación de los participantes en el Masters de contratar a los caddies negros del club durante la semana del torneo.
A ellos y a otros muchos, desde greenkeepers a ujieres, que contribuyeron al rico imaginario de la propiedad desde un segundo plano, rinde homenaje una estatua inaugurada este año en el humilde barrio de Sand Hills. Allí residían las familias de los trabajadores negros que prestaban servicio no solo al Augusta National, también al Augusta Country Club. Mientras ellos cuidaban el campo o llevaban las bolsas de los socios, ellas limpiaban y cocinaban para las acaudaladas familias blancas afincadas a lo largo de Berckmans Road, una de las dos arterias principales que bordean la joya de Georgia.
La pieza, diseñada por William E. Fennoy (concepto), Ed Durant (director creativo), Joyce G.D. Law y Lawrence Bennett (historiadores), y llevada a cabo por Baruti Tucker con el apoyo financiero del Departamento de Parques y Recreación de Augusta, tiene forma de tee y conmemora figuras como la de Willie Peterson. El caddie más laureado de la historia del evento junto a otro negro, Willie Lee Stokes, y Steve Williams, partícipe de cinco de las seis chaquetas verdes de Jack Nicklaus, que financió su tumba en el cementerio local de Cedar Grove ante la imposibilidad de asumir los costes por parte de la familia.

O la de Willie Perteet, el caddie personal de Eisenhower, el único presidente de la historia del país con membresía en Augusta. O la del citado Stokes, que antes de acarrear palos ajenos trabajó, como otros, en la construcción del campo. Por eso mismo, más allá de que no tuvieran alternativa, sus figuras acabaron siendo altamente valoradas por los jugadores. Al fin y al cabo nadie conocía mejor los secretos del diseño, las pendientes de sus calles y los contornos de sus greenes, que ese cuerpo de caddies negros cuya memoria, sin prisa pero sin pausa, se va abriendo camino en la leyenda de Augusta.

Fuzzy Zoeller, campeón en 1979 (el último en ganar el torneo en su primera participación), es uno de los que concede un gran mérito en su chaqueta verde a uno de estos hombres. “En lo que se refiere a tener un plan para aquel Masters, no tenía ninguno”, diría hace años. “Beard (Jariah ‘Bubba’ Beard, el caddie que escogió para esa semana) me decía a dónde debía golpear y a dónde no. Era como un ciego con un perro guía”.
Ben Crenshaw fue incluso más allá, y convirtió la relación que forjó con Carl Jackson en el Masters de 1976 en una de por vida. “No puedo recordar cuántas veces y en cuántas circunstancias me ayudó”, aseguró. Jackson le llevaría la bolsa por primera vez con 14 años y durante 44 ediciones, hasta que el dos veces campeón se retiró: “Simplemente no tenía ninguna razón para cambiarlo”. Como no hay ninguna razón para no darles a estas figuras el reconocimiento que ameritan.
¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp.
¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí
Rellene su nombre y apellidos para comentar
Tu opinión se publicará con nombres y apellidos