Golf | Masters de Augusta

Las audiencias del Masters enseñan el camino a PGA y LIV

La jornada final en Augusta es lo más visto de este deporte desde el mismo día de 2018. El mensaje es claro: en la unidad está la fuerza.

Las audiencias del Masters enseñan el camino a PGA y LIV
RICHARD HEATHCOTE | AFP
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Aquello de que solo se va más rápido, pero se hace más camino acompañado, podría valer de alguna forma para el panorama golfístico profesional. Es una moraleja extraíble de los datos de audiencia completos del Masters de Augusta concluido el domingo, que han visto la luz recientemente y mandan un claro mensaje a los circuitos en pro de la unidad.

La CBS asegura que la jornada final, la que coronó a Rory McIlroy como nuevo integrante del club del Grand Slam, tuvo un seguimiento de 12,7 millones de espectadores de media, lo que representa un aumento del 33% respecto al mismo día del año pasado. El pico, en la franja entre las 19:00 y las 19:15 de la hora del este de Estados Unidos, fue de 19,5. Es la retransmisión más vista de golf, cualquier torneo y cualquier canal, en los últimos siete años. No se seguía tanto un desenlace del Masters desde el que entronizó a Patrick Reed en 2018, también hace siete ediciones.

¿Los ingredientes de la receta? Varios de los mejores golfistas del mundo, algunos en las filas del PGA y otros en las del LIV, peleando por la chaqueta verde. ¿Le importa mucho a la audiencia que bandera represente cada jugador? Aparentemente, no. Un paseo por Augusta en cualquier jornada bastaba para comprobar que Bryson DeChambeau concita hoy en día tanto respaldo popular como el que disfruta McIlroy. El clima antiLIV que se generó con la irrupción de la superliga saudí parece haberse, cuanto menos, rebajado mucho.

El problema es que la propia existencia de esa estructura, no es cuestión de preferencias sino de historia, pues cuando apareció el PGA Tour llevaba operando ya más de 90 años, imposibilita la confluencia de las estrellas más allá de los majors. Al menos una vez que se sabe que, hoy por hoy, el circuito estadounidense tiene unas ganas de absorberla inversamente proporcionales a las que tiene el PIF saudí de ver diluida una de las grandes apuestas en su estrategia de colonización del deporte profesional.

La solución es simple. Volver a una agenda común, sino en su totalidad sí en su mayor parte. Hacer coincidir a los mejores en el espacio y el tiempo más de cuatro veces al año. Sin embargo, el turrón de este dilema está en los matices, en cómo se va a llegar a esa meta con la que, ahí sí, todos parecen estar de acuerdo. Tendrán que superarlos si no quieren que estos datos televisivos, alentadores en un contexto generalizado de caída de audiencias, también se conviertan en excepción a la norma.

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