Cine
Crítica de ‘The Brutalist’, un laberinto de emociones hecho de hormigón armado
Vida y obra de László Toth, un arquitecto búlgaro que, tras sufrir la represión nazi y sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, emigra a EEUU.

Aviso que en esta crítica no voy a profundizar en la controversia del descanso a mitad de la película o de la utilización de la IA. Personalmente, creo que las expresiones artísticas son libres de utilizar cualquier camino si quieren romper sus límites. Y además, la forma en la que se hacen las películas no sirve para valorar el resultado, sólo para explicarlo.
‘The Brutalist’ irrumpe como la gran película americana de la temporada en términos hollywoodenses, pero no por ello se trata de un producto vacío. Tiene un aire a ese cine de los 70 y principios de los 80 que, además de grandes espacios, estaba lleno de motivaciones muy íntimas. Tiene sabor a ‘El cazador’ de Cimino, a ‘Días del cielo’ de Malick o a ‘El último emperador’ de Bertolucci.
La película se vale de temas como la masiva huida de talentos europeos a Norteamérica tras la Segunda Guerra Mundial, también de las duras condiciones de un migrante en un país nuevo, habla de comunidad judía en Estado Unidos, la dependencia de las drogas y hasta se mueve en torno a las consecuencias de la soledad. Muchos temas mayores (tal vez demasiados pues no todos quedan aclarados), pero todo este cóctel está al servicio de la explicación de cómo alguien puede llegar a expresarse con un estilo arquitectónico basado en la luz e inmensos bloques de hormigón. Y es que ‘The Brutalist’ utiliza lo evidente como excusa para contar lo que tenemos delante de las narices y hasta en el título, la esencia de la arquitectura brutalista.
‘The Brutalist’ es una película con una estética muy cuidada basada en la introspección de László que veremos que está muy ligado al brutalismo. Grandes y vivos planos generales en los que László es una pequeña figura que sobrevive a su convulsa existencia y de la que solo emerge para expresarse arquitectónicamente. De este modo, Daniel Blumberg utiliza a László como catalizador de sus traumáticas vivencias para crear y dar explicación a la esencia del brutalismo.

Visto así puede resultar un concepto algo rebuscado, pero como subtexto funciona genial porque de ese modo resulta suficientemente potente como para subyacer en cada plano. Es el corazón de la película y es fascinante, aunque con algún pero.
Brady Cobert se moja donde es fácil mojarse, pero no se mete en lo que realmente explica la fuerza interior del personaje principal. Su vida durante la ocupación nazi. Es una sombra que sobrevuela las cabezas de los personajes de forma muy acertada cinematográficamente, pero que resulta destapada en un postizo epílogo. Y es que paradójicamente, a pesar de su extenso metraje, al final Corbet se da prisa por explicar las cosas. Como ocurre con el giro final que es un poco arbitrario. Desbloquea la trama de golpe. Con todo y con esto, el trabajo de forma y conceptos que maneja Brady Corbet es más que destacable.
En definitiva, ‘The Brutalist’ se presenta como una gran película en el más puro estilo sentido hollywoodense que espera ser ratificada en los Oscar. Dejándolos aparte, pase lo que pase y más allá de sus grandilocuencias de marketing, se agradece que una película de personajes que habla de la relación entre las raíces del arte y del artista esté en lo más alto de la maquinaria. Del metraje no hablo porque me da igual, las películas duran lo que duran y si se hacen largas es por su ritmo y no por su metraje. Vayan a verla sin todo ese ruido de fondo que se ha originado.

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