Análisis de Revenge of the Savage Planet, la secuela de toda una sorpresa en el género de aventuras

Aunque parezca que fue ayer, ha llovido mucho desde enero de 2020 —poco después nos tuvimos que enfrentar a la pandemia por COVID—, momento en el que llegó al mercado un Journey to the Savage Planet que nos convenció a todos gracias a una aventura de ciencia ficción al más puro estilo Metroid Prime, pero con un sentido del humor inconfundible. Ahora, mientras nos encaminamos hacia el ecuador de 2025, aterriza su esperada secuela, Revenge of the Savage Planet, una secuela continuista, aunque con cambios significativos que se palpan desde el primer momento.

La primera novedad resulta más que evidente, ya que ahora tenemos un juego en tercera persona, mientras que su antecesor era en primera. La segunda es que en lugar de apostar por una aventura con una estructura más lineal, aquí nos vemos de repente en un entorno mucho más abierto en el que prácticamente todo está ahí, esperando a que descubramos cómo llegar, cómo usarlo y qué hacer con él. Desde el primer instante vemos todo tipo de coleccionables a nuestro alrededor y lugares a los que no podemos acceder. Sin demasiadas explicaciones, el juego comienza a disparar misiones y desafíos que debemos ir completando poco a poco si queremos mejoras nuestras aptitudes y desarrollar las herramientas necesarias para llegar cada vez más lejos.

En Revenge of the Savage Planet tenemos varios planetas para explorar, algo que tiene mucho sentido si tenemos en cuenta que uno de los temas centrales del título es la colonización. Nosotros llegamos, creamos una base de operaciones en una zona segura y a partir de ahí, abordamos toda clase de retos y actividades para desarrollar poco a poco nuestro asentamiento. Incluso podemos crear una suerte de parque jurásico en miniatura en el que podemos albergar a todos los monstruos que capturemos para posteriormente analizarlos para tratar de completar la enciclopedia. Lo mismo sucede con todo tipo de plantas, estructuras y elementos del entorno, que debemos escanear con nuestro visor al igual que sucedía en Journey to the Savage Planet. Una vez más, la recolección y el sentido del completismo harán las delicias de los jugadores que más disfrutan explorando.

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El juego es muy similar al primero a nivel mecánico, ya que podemos usar la pistola para atacar, el gancho para acceder a lugares lejanos, los diferentes tipos de granada y otras herramientas que comparten un mismo fin: llegar cada vez más lejos explorando, con la diferencia de que ahora el desarrollo es mucho más abierto. Mentiríamos si no dijésemos que echamos en falta ese aroma a Metroid Prime que tenía el primer título de la saga, aunque creemos que este también es muy disfrutable. A su manera, eso sí. También creemos que los primeros compases de la aventura no le hacen demasiada justicia; la cosa mejora conforme avanzamos, especialmente cuando visitamos otros planetas.

Algo que nos ha sorprendido gratamente es lo bien integrado que está el modo multijugador, ya que el progreso en cooperativo se comparte al 100% en tiempo real. Por ejemplo, si dos jugadores están explorando juntos y uno de ellos se aleja y escanea una planta por su cuenta, su documentación quedará registrada para ambos de manera simultánea y lo mismo sucede con el desarrollo de herramientas o con la recogida de coleccionables. Teniendo en cuenta que se trata de un juego que lo apuesta casi todo a la exploración y la recolección, lo cierto es que se hace muy ameno jugar en compañía de un amigo.

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