Arietes, para qué os quiero
Que el Pichichi de LaLiga no haya marcado ni un gol de cabeza demuestra que los hábitos de los centrodelanteros de toda la vida ya no parecen imprescindibles.

Siga leyendo si usted es de los que piensa que Joselu le habría venido muy bien al Real Madrid para hacer frente al Barça de Flick. Joselu o cualquier otro nueve de los que la aguantan de espaldas, tocan fácil al que viene de cara, porfían con los centrales, pelean los balones aéreos y los peinan a las caídas, llegan siempre al área con tiempo para hacerse un chalet si la jugada lo requiere y rematan lo que les caiga, sea un centro medido o una lavadora abandonada. Seguramente todos estos méritos aparentemente viejunos serán para muchos el cóctel de gambas de la gastronomía futbolera: los gestos técnicos pedestres del ariete clásico palidecen frente a la jugada© de Lamine, los controles orientados de Mbappé, el exterior de Modric, el caracoleo de Pedri, el arranque y la frenada de Vini, pero, ay, llega un día en que los echas de menos porque con las demás fruslerías no te basta.
Que el brillante Pichichi de la Liga no haya marcado ni un solo gol de cabeza (esta columna se autoderrumbará si Mbappé cabecea a la red en la última jornada) demuestra que los hábitos de los centrodelanteros de toda la vida ya no parecen imprescindibles. El gol se democratizó hace décadas, los puntas son más completos hoy, pero la sombra del nueve está siempre ahí. Aunque sea por el número 9 de la camiseta, incluso aunque sepamos que el máximo goleador lo lleva porque Modric se resiste a soltar el ansiado 10. Tenemos al eterno Lewandowski, por supuesto, y entre delanteros modernos, de esos que “hacen otras cosas además de meter goles” (puede usted leer hasta el final si preferiría que esas “otras cosas” fuesen también goles), como Raphinha, Ayoze, e incluso Julián Álvarez, pedazo de 9 y Medio, aparecen como flores de cardo entre las espinas, los goles imprescindibles de Budimir en Osasuna, de Kike García en el Alavés, y (benditas segundas partes) de Sorloth en el Atleti y Stuani en el Girona.
Si me tengo que jugar la vida con mi equipo, léase la permanencia (pongamos el Espanyol un sábado de finales de mayo por la tarde contra un rival descendido en mi estadio), elijo hacerlo con uno de esos jornaleros del gol. No sin mi nueve. Aunque Roberto lleve el dos de Toquero en la camiseta.
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