El olfato de Laporta
Flick era la idea del presidente desde que se presentó a las elecciones, pero Laporta no fue Laporta durante dos años.

La gestión de Laporta en su segunda etapa al frente del club puede tener muchos claroscuros, especialmente en el tema de la transparencia, las comisiones, las obras o las empresas con las que se asocia, pero no nos engañemos. Para el aficionado culé eso es la guarnición del solomillo, que no es otra cosa que la gestión deportiva. Si ésta funciona, a nadie se le ocurre cuestionar al presidente, que de nuevo ha vuelto a dar con la pieza exacta para dirigir el club. Hansi Flick es una medalla que Laporta tiene todo el derecho a lucir y es el escudo que puede destruir cualquier crítica a su manera de llevar el club por fundamentada que esté.
No es la primera vez que el instinto futbolístico de Laporta le da la razón. Lo que pasaba es que Laporta no era Laporta en los primeros años de su segunda etapa. Desde la campaña electoral, el candidato mostró su deseo de apostar por la escuela alemana a raíz de una comida con Ralf Rangnick tras leer una entrevista de Diego Torres al alemán en El País.
En esa época, Flick había dado su palabra a la selección alemana y Koeman tenía contrato. Cuando despachó al holandés, Laporta se dejó llevar por el clamor popular que pedía a Xavi, que jamás acabó de convencerle. Se traicionó a si mismo, pero en cuanto ha hecho caso a su olfato, ha acertado de pleno. Como con Rijkaard y Guardiola.
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