Modric: vigente, necesario y adorado
El talentoso centrocampista está a punto de entrar en los 40 años de edad y de inaugurar su quinta década, pero lo que de verdad impresiona es su vigencia...
Nunca se concreta la tesis de un Modric crepuscular, ni ahora, al borde de los 40 años, edad que supera de largo las previsiones de rendimiento eficiente en el 99% de los futbolistas, menos aún en el Real Madrid, un club que no tiene problemas en traspasar o jubilar a estrellas de talla mundial cuando no entran en sus planes inmediatos de regeneración en el equipo.
Modric ya era un jugador curtido en 2012, año de su fichaje. Era ídolo en el Tottenham Hotspur, probablemente el segundo en la escala de popularidad, por detrás de Gareth Bale, más joven, más británico y más cautivador a primera vista. Aterrizó en el Madrid un año después. Libra por libra, no hay comparación entre los dos: el pequeño croata figura por derecho en el Olimpo del Real Madrid y en el del fútbol.
Desde hace seis años, Modric ha convertido en retórica una pregunta recurrente cada temporada. ¿Renovará su contrato? ¿Lo merece? La respuesta siempre ha sido la misma: sí, sin la menor duda. ¿Por qué? Porque su aportación en este periodo ha sido masiva en los éxitos del equipo y no ha declinado como podría sospecharse por su edad y la competencia que encuentra en el medio campo.
En este periodo, han llegado Valverde, después de su etapa de aprendizaje en el Depor, Tchouameni, Camavinga y Bellingham, mediocampistas de características muy diferentes a las de Modric, portentos atléticos destinados a conducir el equipo inmediatamente, en detrimento del liviano croata y Toni Kroos. Es curioso como uno de los grandes debates de la primera mitad de la temporada se relacionó con la ausencia de Kroos, jugador distinto a Modric en el despliegue pero equivalente en sabiduría táctica.
Modric siguió, con los habituales pronósticos sobre su papel: menos partidos y poca influencia. Cada año el mismo vaticinio. Puede que Modric no sea el incansable centrocampista que imponía en el campo su inteligencia, astucia y laboriosidad, pero tampoco está tan lejos. No pasa inadvertido, no ofrece síntomas de decaimiento y ninguno de desplome -en las últimas semanas se ha visto el derrumbe de Kevin de Bruyne, imponente jugador transformado en una caricatura de lo ha sido hasta hace bien poco-.
Modric ha jugado 40 partidos, 17 de titular, una estadística más que honorable en un equipo cuyo entrenador quiere máxima energía, traducida por la gente como una apuesta por las características de sus jóvenes purasangres. En este contexto, Modric no se ha resignado a un papel residual. Se sabe importante y, tan importante como esa realidad, también lo sabe el madridismo, que adora al croata por numerosas razones, entre ellas por su capacidad para poner orden todavía en el menú futbolístico del Madrid.
Frente al Girona marcó uno de esos golazos que la hinchada desea de los jugadores a los que se les quiere. Cada temporada se celebran estas guindas de Modric como un anticipo a la nostalgia que producirá su ausencia. Mientras tanto, los años pasan y Modric se niega a capitular, por razones que exceden a un gran gol o un fenomenal pase. Está a punto de entrar en los 40 y de inaugurar su quinta década, pero lo que de verdad impresiona es su vigencia.
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