Pasaba por aquí | Javier Aznar

Nostalgias prematuras

De Ancelotti voy a echar muchas cosas de menos: su tranquilidad, sus maneras, su ceja levantada.

01/06/24 PARTIDO FINAL CHAMPIONS LEAGUE 
BORUSSIA DORTMUND - REAL MADRID 
ALEGRIA ENTREGA DE MEDALLAS TROFEO CARLO ANCELOTTI ENTRENADOR  
CELEBRACION
JESUS ALVAREZ ORIHUELA | DiarioAS
Javier Aznar
Actualizado a

Siento una nostalgia prematura ante la marcha de Ancelotti. Supongo que será cosa de la edad, que lo va ablandando todo. Aún no ha dirigido su último partido y ya le estoy echando un poco de menos. Me saltan fotos en el móvil de temporadas pasadas, celebrando títulos con los chavales, y suspiro mirando al horizonte. Duele esta despedida tras cuatro años en el banquillo blanco que pasaron volando. Recuerdo el desconcierto general cuando se anunció su regreso. “Viene del Everton”, se murmuraba entre la perplejidad y el miedo, como si estuviera saliendo de una clínica de desintoxicación. Supongo que no deja de ser cierta esa máxima de la industria del entretenimiento: “Eres tan bueno como tu último trabajo”. Y Carletto volvió, ganó y convenció.

De Ancelotti voy a echar muchas cosas de menos: su tranquilidad, sus maneras, su ceja levantada. Pero sobre todo, esa irable capacidad de aparentar que todo le resbalaba, como si estuviera recubierto de una fina capa impermeable, Loro Piana con Gore-Tex, una cota de malla que nada ni nadie podía llegar a traspasar. Su mejor truco fue siempre ese: hacernos creer que su trabajo podría hacerlo cualquiera de nosotros. Sin excusas, sin dramas, sin usar los micrófonos para echar pulsos, sin necesidad de reivindicarse. Así se ganó a todos. Hasta me terminó convenciendo de la posibilidad de Camavinga como lateral izquierdo (ocasional).

Supo reinventar al equipo cuando se marcharon Casemiro o el mejor Benzema que vimos en años. También cometió errores, claro, sobre todo esta última temporada. Pero me queda la impresión de que los asumió sabiendo que eran parte del camino, sacrificando su crédito personal en favor de ciertos jugadores. No dejo de preguntarme cuál fue, para él, ese punto de no retorno en el que entendió que todo se torcía de manera irreversible. Estoy seguro de que lo tiene claro.

Algunos artículos y tuits en los que se le falta al respeto me duelen. Será la edad, de nuevo. Pocas veces me había ocurrido esto: esta melancolía anticipada. Al fin y al cabo, el puesto de entrenador suele ser ese saco de boxeo en el que descargamos nuestras frustraciones. Y tal vez esto sea lo más bonito que puede llegar a conseguir el técnico de tu equipo: que lo quieras proteger de ti mismo.

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Se va Carletto, se acaba una época. Nunca seremos tan jóvenes como en esos minutos de algunas noches europeas en las que pasó todo. Hoy nos meteremos en la boca un puñado desmedido de chicles en su honor.

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