¿Y si los fanáticos fueran otros?


De un entrenador habla el equipo. Y el Barça, que otra vez es el Barça, lo hace por Flick. Huérfano de tantas cosas en los últimos años, el equipo blaugrana se ha vuelto a apropiar del relato y ha recuperado su sentido al entregarse al alemán, ajeno al entorno y a la conexión emocional de figuras como Koeman y Xavi. La llegada de Flick ha acabado con los prejuicios crecientes sobre el estilo de posesión, cuestionado por estar supuestamente anticuado ante la prevalencia del físico y el orden en el fútbol actual. De algún modo, el triunfo del alemán reivindica la valentía y la alegría del juego, pero también la intensidad y la solidaridad táctica.
Nadie ha jugado como el Barça. Flick ha sido todo un fenómeno táctico gracias a su propuesta transgresora. Situar la línea defensiva a una altura media de 35 metros para provocar hasta 181 fueras de juego en la Liga y convencer a los futbolistas, incluso sospechosos en el esfuerzo como Lewandowski, a morder sin resuello resulta una obra irable. El Barça es el equipo de Europa que más acciones de presión ha realizado (566), con Pedri como símbolo de este compromiso convirtiéndose en el máximo recuperador (254).
Muchos estaban esperando que perdiera para condenar a Flick por su fundamentalismo al asumir demasiados riesgos. Con ese estigma ha tenido que convivir, y lo ha hecho sabiendo que estaba en lo cierto. Los fanáticos, de haberlos, serán otros.
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