Lucas Pérez reaparece tras sufrir tuberculosis: reparte jamón con Coto Matamoros durante el apagón
El empresario Brais Palmero decidió regalar a clientes de su alojamiento y vecinos algunos de sus productos, apareciendo el televisivo y el futbolista más tarde.


El lunes se tiñó de oscuro cuando todavía el cielo se pintaba azul y despejado. Marcaban las manecillas las 12:33 cuando 15 gigawatios (GW) de generación eléctrica, lo que suponía el 60% de la electricidad que en ese momento se estaba empleando en el país, desapareció en cuestión de cinco segundos. España se quedó sin electricidad. Se fue la luz del salón y de los semáforos, dejó de funcionar la puerta del garaje, la vitrocerámica se resistía a encenderse y la televisión enmudeció.
El país se echó a la calle con la radio en una mano y la juerga en la otra, amén de la actitud intrínseca en el español que le hace inmune a estos golpes inéditos que los últimos tiempos propinan con carácter histórico. Se multiplicaron las estampas surrealistas en aceras y parques, resultado de esta fiebre de celebración. Y así fue como Coto Matamoros y Lucas Pérez terminaron repartiendo jamón.
“Al menos teníamos jamón”
La escena, tan curiosa como difícil de imaginar, tuvo lugar en la entrada de El trastero de Palmero, negocio regentado por Brais Palmero. “Como no había vitrocerámicas, ni agua, ni nada... Bajé un jamón, lomo, chorizos y se los regalamos a clientes y vecinos”, ha confesado a La voz de Galicia el dueño del alojamiento, que es, además, el hogar desde hace casi dos años de Coto Matamoros.
Nunca imagen ver a Don Lucas Pérez vendiendo jamón junto a Coto Matamoros.
— Ju@n🍍 (@juanborrego98) April 29, 2025
Es el mejor🙌🏻😂 pic.twitter.com/bZUeF9Up4K
El hermano de Kiko Matamoros, que Palmero define como “el recepcionista de lujo” del alojamiento, no dudó en sumarse. “No íbamos a permitir que nuestros vecinos pasasen hambre”, ha insistido a la mentada cabecera el empresario, que, a su vez, ha añadido a la ecuación al futbolista, quien, simplemente, pasaba por ahí. “Pasaba por aquí y se animó a comer jamón y pasar un rato con nosotros”, ha dicho Palmero, reconociendo que no le conocía “de nada”.
Y los tres juntos, así como la coyuntura que les unió, hicieron del día una experiencia para quien por allí pasase. “No había agua, ni wifi, ni funcionaban las aperturas automáticas, pero al menos teníamos jamón”, recuerda, muy probablemente con una sonrisa, Palmero.
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