TIKITAKAS MÚSICA | ENTREVISTA RUFUS T. FIREFLY

“Somos de esos pocos grupos que a la gente le gusta que cambiemos”

Rufus T. Firefly cumple 20 años en la carretera este 2025 y lo celebra con un disco Todas Las Cosas Buenas que acaba de ver la luz con un disco ecléctico que han estrenado en conciertos con cascos únicos. Como ellos. Se cuentan en AS.

Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, de Rufus T. Firefly, posan para AS.
INMA FLORES | DiarioAS
Patricia Cazón
Patricia Cazón Trapote nació en Zotes del Páramo, León, en 1980. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y Master de El País trabajó en El Diario de León y El País Semanal antes de llegar a AS en 2004. Cronista del Atlético desde 2016, es autora de cuatro libros y tertuliana en El Golazo de Gol y Estudio Estadio.
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Rufus T. Firefly es una de las bandas más icónicas del panorama musical español, a medio camino entre la psicodelia y el rock. Eclécticos, dúciles, distintos, únicos. Como su nombre, extraído de una película de los Hermanos Marx: Sopa de Ganso. Desde Aranjuez al mundo desde 2006, cuando se juntaron a tocar esos amigos, Víctor Cabezuelo (voz y guitarra), Julia Martín-Maestro (batería), Carlos Campos (guitarra) y Sara Oliveira (bajo), y crear música que abraza al arte, de lo especial que es todo lo que les envuelve. Autogestionados por completo, fueron teloneros de Vetusta Morla en la gira de La Deriva (2014) con su disco Nueve, su quinto de estudio, ese a cuyo sonido ahora regresan con el noveno, Todas Las Cosas Buenas, en la calle desde finales de abril de 2025. Aunque lleve meses habitando en muchos oídos. Todos los de los afortunados en asistir como público a sus conciertos con cascos para presentarlo.

Una iniciativa única que les cuenta. Rufus siempre ofrece algo distinto y de calidad. Como un susurro, así es su música y son ellos, de los que ponen la piel de gallina. Con modificaciones respecto a la formación original (se fue Sara por ejemplo y hoy les completan Juan Feo, Miguel de Lucas y Manola) son también pioneros. Basta con mirar a su batería. Allí donde habita Julia. Cuando alguien piensa en una mujer instrumentista en este país la primera que se viene a la cabeza es ella. Casi 20 años lleva dando baquetazos para abrir camino a las demás. A ella le costó tanto que, al principio, hasta tuvo que esperar en la escuela en la que aprendía música a probar ese instrumento. Las mujeres, entonces, cuando ella era cría, no tocaban instrumentos. Pues eso también lo ha cambiado Rufus.

Rufus. Ese grupo que te atrapa con su Nebulosa Jade. Con el que emociona hablar, como si las voces de Víctor y Julia le pusieran cordura a ese mundo cada vez más frenético que se cuela entre sonidos de claxon y el tráfico febril de la Gran Vía en esta tarde en la que se sientan con AS. Para hablar de ese último disco y todo lo demás. Los conciertos con cascos, los inicios, el por qué de ese nombre y las sombras de una industria cada vez más feroz. Como aquel primer concurso de bandas, cuando se subieron a un escenario y sentían que les miraban como si fuesen una tribu de La Sabana...

“Somos de esos pocos grupos que a la gente le gusta que cambiemos”
08/4/25 Entrevista a Rufus T. Firelly INMA FLORES

¿Qué se puede esperar del último disco de Rufus T. Firefly?

Víctor Cabezuelo: Hay una cosa que es común a todos los discos de Rufus: que siempre hay un cambio con respecto al anterior. Y esta vez no ha sido menos. Quien nos sigue también espera ese cambio. Somos de las pocas bandas que a la gente le gusta que cambiemos. Están tan acostumbrados a que hagamos cosas diferentes… Hemos conseguido un disco que suena mejor que los anteriores y es un pasito más en nuestra evolución musical.

¿Y a qué suena? Porque a Rufus pueden encuadrar en muchos estilos distintos. Indie-psicodélico, rock.

Julia Martín-Maestro: Es un disco muy ecléctico. Con muchos estilos mezclados. Pero, digamos, viene más en la línea de lo que hacíamos en el sonido cuando el disco de Nueve, y en las influencias que teníamos de más jóvenes que de los últimos años.

¿Cuáles eran?

J. M.-M.: Desde Oasis, Smashing Pumpkins, Radiohead, Nirvana… Buf.

V. C.: Este disco reúne, musicalmente, un montón de cosas que hemos ido sobre todo aprendiendo a hacer, más que influencias. Y eso impregna el disco. Hay partes de rock psicodélico que pueden recordar a la época de Magnolia y partes de rock alternativo, más progresivo que puede a otras, también al grunge que tenía El Largo Mañana… Hay muchas cosas metidas aquí dentro. Pero hemos intentado mirar más adentro de nosotros que fuera. Ha sido un poco más: “¿Qué sabemos hacer?, ¿qué es lo que mejor hacemos? Vamos”.

“En este disco hemos intentado mirar más adentro de nosotros que fuera”

Víctor Cabezuelo, Rufus T. Firefly

Todas Las Cosas Buenas vio la luz a finales de abril, pero durante los meses previos han ido descubriéndoselo a su público en unos conciertos muy especiales: con cascos.

V. C.: Yo se lo vi a un grupo muy progresivo, muy guay, pero lo hicieron en un estudio. Hay un vídeo en el que están tocando ante como 50 personas con cascos escuchando el directo. Y me gustó muchísimo la idea. Lo hablé con el productor y me dijo que era algo que también había pensado pero que todo estaba muy limitado a muy poca gente, pero, investigando, vimos que había una empresa que hacía eventos con cascos.

Hay discotecas, locales así.

V. C.: Normalmente es con música pinchada. Pero pensamos: ¿qué pasaría si en lugar de música pinchada le damos nuestra mezcla del directo? Era un poco arriesgado pero ha salido muy bien. Ha sido muy bonito. La gente iba a un directo pero, a la vez, lo estaba escuchando de una manera muy diferente, introspectiva e íntima, con más calidad. Tiene lo mejor de los dos mundos. Para una primera escucha de un disco es muy bonito. Se te queda marcado. Hay cosas que, cuando escuchas un disco, no sabes quién lo está haciendo, de dónde salen y, cuando lo ves, es como muy visual y bonito.

¿Cómo lo viven ustedes desde el escenario? También para ustedes ha sido una primera vez.

J. M.-M.: Sí, exactamente. Es una primera experiencia para ellos, pero para nosotros también. Es súper bonito y agradecemos también que hayan apostado por algo así. Y ves la peña que está como en su viaje personal en su movida. Y (sonríe) ves a la gente bailar. En general con Rufus el público nunca ha bailado mucho y, de repente, sí. Y te parece que cada uno está escuchando una cosa diferente, como experimentando algo distinto. Es muy bonito. Y me parece muy guay que esté saliendo tan bien y que el sonido sea lo suficientemente bueno para que la gente lo disfrute tanto. Era un poco el miedo que teníamos. Los técnicos de sonido están muy contentos porque está sonando muy potente, bien de graves, todo muy nítido.

¿Cómo buscaron los lugares para esos conciertos?

V. C.: A lo largo de los años hemos ido conociendo a muchos promotores que nos han ayudado mucho en los conciertos en diferentes ciudades y lo primero que hicimos fue pensar en estas personas. En Segovia, Zamora, Asturias. Llamamos y dijimos: “Queremos montar esta historia, ¿conoces algún sitio donde pueda funcionar?”. Teníamos claro el concepto, sacarlo de las salas a sitios más naturales, y se lo transmitimos. Y ellos supieron encontrarnos sitios muy guays.

Y, después de los cascos, harán salas.

J. M.-M.: A finales de abril empezamos. Pero estamos viendo si continuar con esta gira, hacer algún concierto más en verano, al aire libre. Porque los empezamos a finales de otoño y en algunos hacía frío, llovía… Sería muy guay jugar mucho con el paisaje, hacer algún bosque... Los cascos tienen un alcance como de un kilómetro.

“Somos de esos pocos grupos que a la gente le gusta que cambiemos”
Rufus T. Firefly, en un momento de la entrevista con AS. INMA FLORES

Son conciertos, ¿para cuánta gente?

V. C.: Los hemos limitado a 200 personas, pero se podría hacer de más. También necesitábamos ver qué pasaba, cómo iba a sonar. Ya sabiendo que funciona...

J. M.-M.: Eso es.

V. C.: En un momento dado dar un concierto para mil personas.

¿Lo más bonito que les han dicho cuando la gente se quitaba los cascos?

J. M.-M.: Gracias por hacerlo. Y yo era como: ¿En serio?

Pone la piel de gallina.

V. C.: Es una sensación de agradecimiento muy grande. Cuando vas y lo oyes, se nota que hay un trabajo enorme detrás y que no había que hacerlo, no era necesario, y la gente lo agradece mucho. 200 personas en un espacio medio grande que puede parecer que estás entre amigos. Y yo de hecho lo planteo así: os vamos a enseñar las canciones que acabamos de hacer, antes de las escuche nadie. Muy especial.

El año que viene harán 20 años de carrera. ¿Cómo notan que ha cambiado la industria desde que empezaron?

J. M.-M.: (Resopla) A bien poco, a mal, mucho. Lo que yo podría destacar que tienen que ver con la industria, y la nutre, y hace que funcione, son las bandas que yo, cuando era más joven y empezamos con el grupo, estaba muy frustrada porque decía: “Joder, ¿por qué la gente hace tanta mierda?”. Porque los grupos solo quieren ganar pasta. Y ahora veo que, desde hace ocho, nueve años, hay muchos que lo que tienen es pasión y amor por la música. Pero la industria siempre está ahí y es una putada.

V. C.: Yo tengo como una contradicción muy grande. Por ejemplo, este es uno de los momentos, o el momento, en el que más público hay para la música en directo. Aforos absurdos, un montón de Palacio de los Deportes, un montón de conciertos masivos...

Y locura por las entradas.

V. C.: Yo no recuerdo algo así, tan heavy. Nunca. Y es muy bonito, es que la gente quiere directos, lo que pasa es que, luego, vas a ellos, que yo he ido a muchos como público y no puedes disfrutar de nada. Hay muchísima gente, se mezcla de todo tipo… Y a unos les interesa el concierto y a otros no. Y si te toca de los últimos al lado, te jode el concierto. Y dices: “Joe, al final me voy a volver a las salas de cien personas y voy a ver uno ahí a gusto”. ¿Cuál es el problema? Que luego a las salas de cien personas les cuesta mucho. Y a los grupos más pequeños. Se está creando una diferencia muy grande. Los grupos grandes tienen mucho más y los pequeños, mucho menos. Menos posibilidades que los escuchen, de salir adelante… Me da mucha rabia. La sensación de estar tirando toda la leña a la hoguera y que ahí haya un fuego muy grande, pero que, a lo mejor, cuando llegue el invierno ya no quede leña.

“Muchas veces siento que a la industria solo les importa el dinero y eso me da mucha rabia”

Victor Cabezuelo, Rufus T. Firefly

Buena metáfora.

V. C.: Es un poco lo que siento. Ostras, que se están vendiendo muchas entradas, pues vamos a tocar un montón, vamos a poner las entradas carísimas y, cuando la gente se canse, se cansó. Pero circuito, la industria, la escena, creo, tiene que mirar a largo plazo y no a corto si quiere subsistir y ese es mi lado agridulce con el tema de la industria. Muchas veces siento que solo les importa el dinero y me da mucha rabia.

Porque los músicos viven y comen de ello, pero la música es una manifestación artística.

V. C.: La música es una forma de expresión. No conozco a nadie que haga un grupo, con 17 años, para hacerse millonario. Jamás. Lo hace porque es gente sensible con cosas por transmitir. Da igual el estilo. Más, menos poético. Lo hacen porque les nace. Y si eso se acaba transformando solamente en carteles de sold out y cuánta gente eres capaz de meter en un concierto, se pervierte todo el significado de la música. Eso no tiene ningún sentido. No sé qué camino llevará todo. Tampoco te sabría decir en qué ha cambiado todo en estos veinte años. Nosotros también hemos cambiado, nuestra visión de todo. Entonces es muy difícil valorar la industria. Tampoco pierdo el tiempo en eso. Simplemente intentamos hacer lo que hacemos de la manera más honesta posible e intentar siempre ser felices y consecuentes con nuestros actos.

¿Por que eligieron ese nombre, Rufus T. Firefly, de la película Sopa de Ganso de los Hermanos Marx?

J. M.-M.: Es que la primera vez que tocamos, en un concierto de bandas, cuando teníamos como cuatro temas, pues era obligatorio ponerse un nombre.

V. C.: De alguna manera te tenían que…

J. M.-M.: Llamar, sí (ríen). No te iban a decir banda (ríen). “La siguiente banda llamada banda”. Tenemos un buen amigo, más mayor, que ve un montón de películas y le dijimos: “Sam, danos ideas para un nombre provisional”. Nos pasó cuatro y (mira a Víctor) vimos el de Rufus y dijimos: “Qué guapo éste”. Y lo cogimos. Porque de la lista que llevábamos nosotros también nos pasaba que cada uno quería uno y era muy difícil elegir.

¿Qué nombres había?

J. M.-M.: (Resopla) Desde Oceania hasta cosas muy cutres u horteras. Éramos muy jovencitos, yo tenía 18 años.

V. C.: No sé cómo eran pero cualquiera hubiera sido mejor (ríe).

J. M.-M.: Eso seguro. Y elegimos Rufus y la movida fue que ganamos el concurso. Y entonces fue: “Ahora ya no nos podemos cambiar el nombre”. Y ahí se quedó.

¿De qué se conocen?

V. C.: Yo a Julia del colegio.

J. M.-M.: De ser muy pequeños.

V. C.: Al final fuimos cuatro amigos que nos juntamos. Yo tocaba con otras bandas y sabía tocar un poquito, pero la guitarra no mucho y Sara (Oliveira, miembro original del grupo) tocaba también guay ya pero el resto fuimos aprendiendo a tocar con el grupo. Julia se pidió la primera batería para ensayar…

J. M.-M.: En el primer ensayo que hicimos con Rufus yo a lo mejor llevaba tocando, buuuf, seis meses.

V. C.: Como mucho.

“Hasta que no cumplí 17 años no pude tocar la batería. En la escuela en la que estaba era una de las opciones pero en esa época las mujeres no tocaban instrumentos de percusión, por supuesto”.

Julia Martín-Maestro, Rufus T. Firefly

¿Por qué la batería, Julia?

J. M.-M.: Yo quería tocar. Me flipaba la música desde pequeña y, con 12, 13 años, ya le daba a mi madre la coña. Pero me decía: “Julia, cantas fatal”. Entonces, en mi pueblo había una escuela de música, y dije: “Por favor, apúntame”. Y lo hizo a coro. Pero dos, tres años después estaba con mi prima en Galicia, donde hacen muchas batucadas, cosas de percusión y dije: “Hostia, tíoooo, qué guapoooo”. Me gustó muchísimo y pensé: “Yo tengo que hacer esto”. Y, en la escuela en la que estaba, una de las opciones era batería pero en esa época las mujeres no tocaban instrumentos de percusión por supuesto y no me dejaron meterme. Hasta que no cumplí 17, no pude. Estuve un año sin hacer nada. Otro, piano, que tampoco me gustó y al final dije: “Me da igual lo que digan, voy a meterme aquí”.

Para convertirse en pionera de la música en España. Referente siempre. Usted, como mujer instrumentista.

J. M.-M.: De hecho, al principio, en los primeros conciertos que hacíamos, me decían: “Que eres, ¿la cantante?”. Ahora también recordando esto es como: “Madre mía, han pasado veinte años de esta movida (ríe).

¿Tenía alguna referencia de mujeres que lo hicieran?

J. M.-M.: No así de una banda pop-rock. De hecho me decían: “¿Influencias de mujeres?”. Es que no hay.

V. C.: El ejemplo más claro es que el concierto este de bandas del primer día, había trece y las únicas mujeres allí eran Julia y Sara.

J. M.-M.: Estábamos solas ahí.

V. C.: Era muy raro. Julia se sentó en la batería, Sara cogió el bajo y nadie entendía nada. Era como muy exótico. Como ir a La Sabana y hubiera ahí una tribu. La gente flipaba y nosotros pensábamos: “¿Qué pasa?”.

J. M.-M.: Sí. No lo entendíamos también por lo que te digo. Porque también, cuando me preguntan: “¿Qué piensas de la mujer en la música?”, pues yo no he tenido muchos referentes pero a mí Victor, Charlie, Mike…, ninguno de los chicos con los que yo he trabajado me han hecho sentir que yo era mujer.

“En el primer concurso de bandas en el que participamos, Julia y Sara eran las únicas mujeres. La gente flipaba. Era como muy exótico. Como ir a La Sabana. Y nosotros pensábamos: ‘¿Qué pasa?“.

Víctor Cabezuelo, Rufus T. Firefly.

O sea, discriminada.

J. M.-M.: Eso. Es que a mí nunca me ha discriminado la gente con la que he trabajado. Al contrario. Siempre se han portado súper bien, me han valorado… Como yo a ellos.

Y la industria. Porque usted tiene un nombre ya en esto. Julia Martín-Maestro, batería de Rufus, honores.

J. M.-M.: Imagino que los años que llevo también hacen algo. Veinte (ríe). Pero bueno, sí, agradezco dar visibilidad al menos a que hay referentes.

V. C.: Sí que molaría que la importancia se equiparara a lo que comentabas antes, que no tiene porque ser una mujer cantante. Muchas veces veo ejemplos de grupos en los que hay seis hombres: los productores lo son, las canciones las componen hombres y, de repente, una cantante las canta y ya es un proyecto femenino. Y en este caso, que Julia es la mitad que compone, Rufus es masculino. No entiendo nada. Da igual como quieran etiquetarnos. Yo he visto la evolución estos años, de que no había ni una mujer instrumentista y han ido apareciendo. Ahora me parece raro ver un grupo solo de tíos. Y eso me parece muy positivo.

Ustedes empezaron en inglés y luego se pasaron al español…

V. C.: Es una cosa de honestidad con uno mismo. Cantábamos en ingles porque los referentes que teníamos era música anglosajona. Pero de repente salieron gente como Standstill que cogieron ese sonido anglosajón y consiguieron hacer letras guays para abrir un camino. Y empezamos a perder el miedo. Yo ahora escucho las primeras canciones de Rufus en español y me parecen horribles pero menos mal que empezamos a hacerlo. Ahora no me plantearía escribir en ningún idioma que no fuera el español. Es en el que pienso, en el que sueño y sé expresarme. Sentimientos muy complejos no podría hacerlo en ingles.

“Con lo que no puedo es con lo grupos que tocan como si estuvieran haciendo trámites en directo”

Víctor Cabezuelo, Rufus T. Firefly

¿Qué es lo que tiene que tener un concierto ideal?

V. C.: Sonido, buena ejecución, y que la gente que esté tocando esté muy implicada. Con lo que yo no puedo es con la gente que está haciendo trámites en directo.

¿Qué significa eso?

V. C: Pues que vas porque tienes que tocar ese día. Y no te apetece nada. Estas pensando en la lavadora, en qué vas a ponerte… No sé. Yo he llegado a sentirme así alguna vez. Y me ha hecho plantearme: “¿De verdad quiero hacer esto?”. Cuando pasa eso has de intentar aferrarte a algo que te emocione cuando vas a subir te a un escenario. Si no es el vacío absoluto. Piensa que para llegar a ese escenario has tenido que soñar mucho con ese momento, imaginártelo lo mucho, currar muchísimo y tener muchísima suerte. Y si de repente estas ahí, que pasa, que te da totalmente igual, y que preferirías estar en cualquier otro lugar, tu vida es un fracaso. Creo que si se consigue todo eso para mí es un concierto ideal.

¿Qué 2025 se presenta para Rufus?

J. M.-M.: Una gira de cascos que ha empezado muy bien, un verano muy bonito de conciertos y quizá también algo de expectación, pero siempre en este grupo pasa.

¿Y por qué ese título: Todas Las Cosas Buenas? Porque esté el mundo…

J. M.-M.: Por eso quizás.

V. C.: Es una respuesta a toda la violencia que estamos viviendo, a todos los extremos, todo el ambiente tóxico, turbio… Una manera de intentar proteger las cosas buenas que tenemos. Aferrarse a esas emociones para poder seguir adelante. El título fue lo último que salió, pero nos dimos cuenta que este disco hablaba de eso. Y lo que había significado para nosotros a nivel personal, que tenía mucho que ver con levantarnos por la mañana y no mirar el móvil sino hacer las canciones que queríamos componer.

¿Ustedes, después de veinte años pueden vivir de la música?

V. C.: Como banda no. Como banda somos sostenibles para hacer nuestros discos y seguir haciendo más para que la empresa siga viva, pero individualmente todos necesitamos hacer otras cosas. Si no, no nos da.

Suena duro eso.

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J. M.-M.: Yo me siento muy afortunada de que, por lo menos, el grupo se mantenga vivo y no tengamos que pagar, porque antes era poner pasta. Antes trabajábamos en otros sitios para poner dinero para el grupo y ahora por lo menos es autosuficiente. Eso es un paso muy grande. Tenemos muchos compañeros que llevan muchísimos años, los mismos incluso que nosotros, y no les pasa. Hay que ser positivo en el sitio en el que estés y seguir luchando pase lo pase. Los objetivos no es obligatorio cumplirlos. Yo siempre he pensado eso. Al final es como: “¡Qué presión!”. Hazlo con una ligera calma. Si no pasan las cosas que quieres que pasen pues no pasan. Y, si pasan, es porque tienen que hacerlo, pues, despacio.

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