El dominicano Sammy Sosa señala que nadie era ciego en la era de los esteroides
Sammy Sosa cree que el tiempo traerá el perdón para los jugadores de la era de los esteroides


El beisbol tiene memoria selectiva. Ve lo que le conviene y muchas veces olvida lo que no le sirve. En 1998, cuando Sammy Sosa y Mark McGwire se enfrascaron en la carrera de cuadrangulares más electrizante de la historia, Major League Baseball no se preocupó por lo que sus cuerpos llevaban dentro. Les bastó ver la pelota volar por encima de las gradas, el rating por las nubes y los estadios llenos después de un amargo paro laboral en 1994 que casi mata el juego.
Ahora, casi tres décadas después, Sosa piensa que sigue pagando la cuenta de una cena a la que todo el mundo fue invitado, pero donde sólo algunos salieron ilesos. “Nadie era ciego”, dijo el dominicano en una entrevista con USA Today y recordó que en esos momentos cuando MLB más lo necesitó, aplaudió cada batazo sin hacer preguntas.
Pero el tiempo pasa, y ahora Sosa, de 56 años, cree que el perdón llegará. Lo dice con la esperanza de un hombre que sigue golpeando la puerta del Salón de la Fama y que apenas obtuvo el 18.5 por ciento de los votos en su última aparición en la boleta de 2022.
“El tiempo curará todas las heridas”, afirmó Sosa quien en el actual Spring Training volvió a uniformarse con los colores de Cubs, trabajando como asesor especial.
Sammy Sosa hits @Cubs camp pic.twitter.com/3LLwVycatJ
— MLB (@MLB) March 1, 2025
Es una declaración que resuena en un momento donde el beisbol se pregunta si debe otorgar clemencia a otro pecador: Pete Rose. A meses de su muerte, el debate sobre si la MLB debe rehabilitar al líder de hits de todos los tiempos vuelve a estar sobre la mesa. Si Rose, el gran apestado por sus apuestas, puede ser redimido, ¿qué impide que Sosa y los demás castigados por los esteroides tengan su oportunidad?
De héroes a villanos
Sosa y McGwire eran los ídolos que la MLB necesitaba en 1998. Cada noche, los noticieros abrían con su carrera por romper la marca de 61 jonrones de Roger Maris. Los niños usaban sus camisetas, los dueños contaban billetes y los comisionados aplaudían desde sus oficinas.
El dominicano terminó la temporada con 66 cuadrangulares y se llevó el MVP de la Liga Nacional. McGwire, con 70, fue tratado como un semidiós en San Luis. Fue una fiesta sin regulaciones, sin pruebas antidopaje y, más importante aún, sin condenas morales.
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Pero cuando la era de los esteroides dejó de ser rentable, cuando los congresistas llamaron a los peloteros a declarar y cuando la MLB decidió limpiar su imagen, la narrativa cambió. Lo que antes era espectáculo, de repente, se convirtió en pecado.
Barry Bonds, quien superó el récord de McGwire con 73 jonrones en 2001, se convirtió en el villano número uno. Roger Clemens, Alex Rodríguez, Manny Ramírez y el mismo Sosa fueron marcados con la cicatriz de la duda. Algunos lo itieron, otros lo negaron, pero todos fueron arrastrados al mismo fango. McGwire confesó. Sosa, en cambio, nunca ha reconocido haber usado sustancias ilegales: “Nunca infringí ninguna regla”, ha dicho una y otra vez.
La hipocresía en el juego
La MLB permitió que la era de los esteroides floreciera. No hubo pruebas, no hubo sanciones y no hubo indignación hasta que fue conveniente indignarse. Los dueños y ejecutivos se beneficiaron de cada batazo, pero cuando la tormenta mediática llegó, dejaron que los jugadores se hundieran solos.
Y es por eso que la frase de Sosa –”Nadie era ciego”– golpea con tanta fuerza. Porque es verdad. Porque todos sabían. Porque todos se beneficiaron. Y porque hoy, los que en su momento disfrutaron del festín ahora fingen ser jueces de la moral.
El Salón de la Fama sigue siendo un club exclusivo donde la historia se cuenta de manera selectiva. Ty Cobb, quien según relatos era un racista violento, está adentro. Gaylord Perry, quien itió haber hecho trampa con bolas ensalivadas, también. Pero Bonds, Sosa y Clemens siguen en la lista negra.
Si la MLB está dispuesta a considerar el perdón para Pete Rose, un hombre que apostó en el deporte que dirigía, ¿no debería reconsiderar su postura sobre los jugadores de la era de los esteroides? Si el beisbol ha perdonado escándalos como el de los Astros en 2017, donde se comprobó que hicieron trampa para ganar un campeonato, ¿por qué seguir castigando a Sosa y compañía?
Sammy Sosa is back in the @Cubs dugout 💪 pic.twitter.com/y5Pg7DE2Ys
— Marquee Sports Network (@WatchMarquee) February 25, 2025
El Comité de la Era del Beisbol Contemporáneo podría ser la última oportunidad para Sosa de ingresar al Salón de la Fama. En diciembre, cuando se reúnan para discutir nuevas candidaturas, veremos si la puerta finalmente se abre para él o si el béisbol seguirá con su farsa de moralidad selectiva.
Sosa sigue esperando. Dice que es paciente. Pero el tiempo, como él mismo dijo, “curará todas las heridas”.
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